Museo Regional de Rancagua

Juana Muñoz y Jaime Muñoz: género y generación de una tradición

Juana Muñoz; Jaime Muñoz; Hortensia Manríquez; Teatina; Chupalla; Sombrero de huaso; Bonete Colchagüino;

Ambos nacieron en La Lajuela, formaron una familia y son parte de la trama que ha permitido la permanencia de la cestería en teatina en el Valle de Colchagua.

Juana Muñoz y Jaime Muñoz

Juana Muñoz y Jaime Muñoz

Juana Muñoz y Jaime Muñoz, 2017.

En la ciudad de Santa Cruz conocimos a Juana Muñoz y Jaime Muñoz, ambos nacidos en la zona de La Lajuela, ubicada a unos 7 kms. hacia la costa. Además de compartir su lugar de origen y formar una familia, ambos son parte de la trama que ha permitido la permanencia de la cestería en teatina, cuyos inicios se remontarían a 200 años atrás en la VI región.

La teatina es una paja fina, cuya expresión más conocida es en las tradicionales “chupallas”, sombreros característicos de la zona central de Chile.

Teatina.

Teatina.

Teatina.

Juana y Jaime aprendieron esta práctica al interior de sus familias, con ciertas diferencias en relación a la consideración de esta práctica como meramente femenina.

Juana aprendió a trabajar la teatina alrededor de los 10 o 12 años por su madre, Hortensia Manríquez, quien además de desarrollar esta labor se dedicaba a las tareas domésticas y colaboraba preparando la comida para la gente que trabajaba con su padre en la época de la trilla. Como hermana mayor, Juana, debía colaborar en las tareas de cuidado de sus hermanos. Uno de ellos se interesó en tejer, pero en su familia siempre consideraron que esta práctica era de las mujeres, por lo que finalmente no desarrolló esta tradición.

Jaime Muñoz. 1998. Archivo Fotográfico Museo Regional de Rancagua.

Jaime Muñoz. 1998. Archivo Fotográfico Museo Regional de Rancagua.

Jaime Muñoz. 1998. Archivo Fotográfico Museo Regional de Rancagua.

A diferencia de Juana, Jaime aprendió de su padre, ya que nos explica que en su familia se compartían las tareas en relación a los procesos necesarios para la elaboración de un sombrero. Generalmente los hombres realizaban la etapa del planchado, considerado un “trabajo más pesado” por el uso de planchas de fierro, al blanqueado de la teatina, el teñido y el engomado. Las mujeres, en cambio, se dedicaban más al trenzado y la costura.

En el caso de Juana y Jaime, si bien ambos manejan todas los procesos necesarios, hay ciertas actividades que preferentemente desarrolla uno u otro. Luego de separar por grosores la teatina, ésta debe ser lavada. En la etapa del teñido, Juana es la encargada de utilizar las anilinas y Jaime los tintes naturales que utilizan como el quitral de álamo, sauce, espino, entre otros árboles y hierbas.

En relación al planchado, Juana nos explica que como en su familia las mujeres realizaban todas las fases para la elaboración de un sombrero, ella actualmente sufre problemas en su hombro, debido a los golpes que se daban con las planchas de fierro, por tal motivo, es una tarea que principalmente desarrolla Jaime, quien además es el encargado de realizar las terminaciones, incorporando los adornos y cintas. Actualmente, poseen dos ayudantes que forman parte de su familia, una hermana y un cuñado, siguiendo el mismo esquema de colaboración. 

Detalle sombrero. Museo Regional de Rancagua.

Detalle sombrero. Museo Regional de Rancagua.

Detalle sombrero. Museo Regional de Rancagua.

La recolección de la teatina o de la paja de trigo la realizan personas que se dedican especialmente a esta tarea, principalmente hombres. En cuanto a la teatina, se busca la que crece en los sectores del secano costero, ya que la hacen más fina lo que permite un mejor acabado del producto. Luego de que es cortada debe esperarse a que esté “más madurita”, más seca. Posterior a ello la espiga debe ser limpiada, lavada y seleccionada por grosores, la que es vendida por gavilla, que es un atado de mayor tamaño que un manojo y menor que un haz.

De la tradición familiar al reconocimiento

Desarrollar esta tradición como actividad económica para el sustento familiar no ha sido fácil para Juana y Jaime, tal como señalan, la artesanía antiguamente no tenía la valoración que ahora se manifiesta. Muchas veces se quedaron con sombreros hechos sin poder vender, cuyo destino fue en alguna tienda en San Fernando, Curicó o Rancagua en consignación.

Estas dificultades habrían sido los principales factores que llevaron a que sus hijos no siguieran la cestería en teatina. En este sentido, la falta de personas jóvenes es una preocupación en la actualidad.

Sin embargo, a fines de la década del 90 comenzaron a organizarse ferias de artesanía y otras actividades que promovían además la noción de patrimonio sobre esta práctica. Sumado a ello, la elaboración de nuevos diseños, como sombreros deportivos y joyas han permitido la innovación y la presencia de esta práctica en otros espacios tanto nacionales como internacionales.

Bonete Colchagüino. Juanita Muñoz. Museo Regional de Rancagua.

Bonete Colchagüino. Juanita Muñoz. Museo Regional de Rancagua.

Bonete Colchagüino. Juanita Muñoz. Museo Regional de Rancagua.

Los reconocimientos han estado centrados en la figura de Juana, quien ha sido distinguida como "Mejor Artesano Nacional" de la Feria Artesanal de la Universidad Católica obteniendo además el "Sello Excelencia" por un Sombrero de Huaso y Bonete Colchagüino, el 2008, y el Reconocimiento de Excelencia Unesco para las Artesanías de los Países del Cono Sur, el 2010, que distinguió su diseño de una cartera de teatina. Además en 2014 ganó el programa Capital Semilla FNDR Empresa de Sercotec, que le ha permitido mejorar su negocio “Artesanías donde la Juanita”, ubicado en plena plaza de Santa Cruz. 

Sumado a lo anterior, la actividad de las artesanas en teatina ha sido reconocida como una experiencia de desarrollo territorial protagonizada por mujeres (Subdere, 2016).

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