¿Otras autorías femeninas?

Lira Popular
Juana María Inostroza, Plano detalle La Cítara Santiaguina Núm. 2. Pliego de 55 x 38 cm.

Juana María Inostroza, Plano detalle La Cítara Santiaguina Núm. 2. Pliego de 55 x 38 cm.

Además de Araneda, existen pliegos firmados por Pepa Aravena, Rosa Guajardo, Juana María Inostroza y Margarita Flores.

Se supone que algunas de estas firmas corresponden a seudónimos de poetas hombres, usadas para competir con la figura de Araneda, polemizar entre ellos o, incluso, vender más pliegos.

El investigador Juan Uribe Echevarría señala que Pepa Aravena habría sido uno de los seudónimos del poeta Rómulo Larrañaga, utilizado precisamente para restarle ventas a Rosa Araneda (Tapia, 2009). Existen también presunciones respecto a que el poeta Juan Bautista Peralta habría sido quien utilizó el nombre Juana María Inostroza.

Respecto a Guajardo y a Flores, no se conocen antecedentes biográficos, aunque se especula que también se trata de seudónimos. En el caso de Rosa Guajardo, se trataría de la mezcla de los nombres de dos reconocidos poetas, la propia Araneda y el poeta Bernardino Guajardo.

Estos gestos comunicacionales indican que el uso de seudónimos, el ingenio, las claves de lectura entre los poetas, fueron relevantes en la poesía popular.

En este contexto de supuestos y silencios, el tema de la autoría puede ser considerado desde la perspectiva de género. Una primera cuestión en tal sentido es que el hecho de poseer una cantidad muy inferior de pliegos de autoras femeninas y pocos antecedentes biográficos, no implica que las mujeres no hayan cultivado la poesía popular en sus diferentes formas. Estas ausencias relativas, más bien, dan cuenta de las dificultades que pudieron tener para producir sistemáticamente pliegos impresos, ponerlos en circulación y venderlos.

Es probable que una mujer del pueblo tuviera que sortear muchas dificultades para llegar a producir poesía impresa, entre ellas, las tareas de supervivencia diaria, y probablemente el cuidado de los hijos, rol que en nuestras sociedades, tanto en el pasado como en el presente, ha sido asignado como un ámbito de exclusiva responsabilidad femenina. Conocer más acerca del circuito de producción de la Lira Popular, nos puede dar luces respecto a la relación entre expresión poética y condiciones de posibilidad de autorías femeninas.

Este silencio también nos interroga acerca de las limitaciones de las estrategias de representación que conocemos y utilizamos para re-conocer las huellas de las presencias femeninas en la historia, en la cultura y en la poesía. La oralidad, como proceso, no es fácil de registrar y conservar con las herramientas tradicionales del análisis historiográfico.

Ante esa realidad, la presencia de Rosa Araneda es significativa no solo por tratarse de la única mujer que conocemos como destacada, sino por el espacio y relevancia que tuvo en el escenario de la poesía popular impresa. Su voz literaria, en un contexto de escritura predominantemente masculino, provocó reacciones en sus compañeros poetas, las que se expresaron en negarle la autoría, en confrontarse poéticamente con ella y en la, supuesta, utilización de seudónimos femeninos. Estos procesos dan cuenta de que se constituyó en un referente.

¿Además de Rosa Araneda, las mujeres no produjeron pliegos de la Lira? ¿Qué dificultades particulares, derivadas de su condición de mujeres populares, enfrentaron para hacerlo? ¿No pudieron traspasar sistemáticamente las barreras de la escritura? A pesar de no haber quedado registro, ¿fueron cultoras de la poesía popular? ¿En qué espacios y contextos? Y por último ¿por qué razones los poetas hombres usaron seudónimos femeninos? Todas estas preguntas podrán ser parcialmente contestadas con el desarrollo de nuevas investigaciones acerca de la Lira Popular.

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