El rol del profesorado en la inserción de la Educación Física se relacionó con su preparación profesional y con la ética que debieron afrontar.
Las escuelas normales, el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile (1889) y el Instituto de Educación Física y Manual (1906) instruyeron a los pedagogos en la gimnasia. También destacaron el valor del ejemplo docente para difundir su práctica y combatir a sus enemigos: el ocio y los vicios.
Preceptores y padres aunaron entonces esfuerzos para convertir a la escuela en el único ámbito de enseñanza válido y recrear en el hogar los valores instruidos.
Pero como consta en Observaciones relativas a la Educación física de los alumnos de escuelas públicas (1916), este cambio requería también una profunda transformación de los educadores:
"Cualquiera puede penetrarse de la poca importancia que algunos maestros dan al aseo de sus alumnos y aun a la de ellos mismos, a pesar de que la escobilla y el jabón son altamente educadores (...) En algunas escuelas, mientras los niños se despedazan la ropa, jugando juegos tan necios como impropios, los profesores conversan entre ellos con las manos metidas en los bolsillos fuman horrorosamente y las profesoras se pasean del brazo comentando la crónica del barrio y, cuando llega el invierno, se arrinconan abrigadas hasta los ojos como para hacer resaltar más el frío de los pequeñuelos" (Martínez, 1916: 4).
Para enfrentar este diagnóstico, el Manual de Jimnasia Escolar para el uso de las Escuelas de instrucción primaria (1886) precisaba que "los preceptores procurarán ser ante sus alumnos, un modelo de perfección, no solo a las costumbres debidas a una buena sociedad sino hasta en sus más insignificantes modales i acciones, observando en el andar una actitud puramente jimnástica a fin de que los alumnos al imitarlo lo hagan de la perfección i no de los defectos" (Aguirre, 1886: 4).
El comportamiento de los maestros se transformó así en el soporte del programa educacional, basado en el ejemplo y la mirada.
"El Liceo debería considerarse como una sola familia en que el aprecio mutuo de las alumnas, entre estas y profesoras y de todo el personal, manifestado por el trato amable y cariñoso, tienda al progreso moral e intelectual de unas y otras" (Álvarez, 1922: 75).
A los preceptores se les recomendaba disciplinar con cordialidad. Una autoridad respetable es la que debían proyectar: "En fin, no exijirán nunca de los alumnos actitudes que puedan fatigarlos sin utilidad, i sin dejar de mantener el orden y la disciplina, reprenderán con suavidad sus arrebatos de alegría i de petulancia (...)" (Martínez, 1916: 6).
La pedagogía corporal trascendía a la clase de Gimnasia. Fijar y corregir la postura de los y las estudiantes debía ser tarea del profesorado en todo momento:
"En nuestras visitas a las escuelas hemos podido imponernos de que los profesores descuidan por completo la postura de los alumnos en sus clases, de modo que, en general, los niños se sientan mal y se mantienen de pie en posición defectuosa" (Martínez, 1916: 10).